martes, 22 de junio de 2010

El Santismo toma el relevo de Uribe para derrotar a las FARC


«Seremos aún más contundentes contra los terroristas y los narcotraficantes», aseguró Santos


Estaban tan seguros de la victoria, que el presidente Álvaro Uribe Vélez y su ex Ministro de Defensa estrella, Juan Manuel Santos, habían previsto hace semanas la reunión que sostuvieron ayer a puerta cerrada pocas horas después de que Santos se convirtiera en el nuevo presidente de Colombia.


Quienes estuvieron en la reunión privada que se realizó ayer en el Palacio de Nariño, la sede presidencial, cuentan que Santos le repitió a Uribe las palabras de su discurso. «Éste es su triunfo presidente, gracias», le dijo Santos, candidato oficialista quien arrasó con más de nueve millones de votos (el 69% del total) y se convirtió en el presidente más votado de la historia reciente de Colombia.
Según le dijeron a este diario fuentes de Palacio, Uribe y Santos, trabajadores, estrictos, a quienes no les gusta perder tiempo, manejaron varios temas. El primero: cómo mantener unido al uribismo ya que Santos recibió el apoyo de los conservadores y los liberales los dos partidos tradicionales que en ciertos momentos han sido opositores. También empezaron a discutir cómo será el equipo de gobierno. «Santos —le dijo a ABC una fuente de Palacio— se comprometió a cuidarle los “huevitos” de la seguridad democrática», como Uribe ha bautizado los resultados que logró en la guerra. Y no son pocos: 85% menos de secuestros, 8.000 rebeldes menos, 45% menos de homicidios. Colombia se volvió un país más seguro para invertir y visitar.

También se supo que como buen tecnócrata Santos abordó desde el principio el tema económico, central para este economista que en diferentes gobiernos se ha desempeñado como ministro de Hacienda y de Comercio Exterior.

Por eso Uribe le pidió al ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, que se hiciera presente en el encuentro para entregar un completo balance de los últimos ocho años y proyectar las prioridades en materia económica para la Administración Santos. Hablaron también de las ventajas que traerá para Colombia el Tratado de Libre Comercio con Canadá, que se concretaría tras el viaje del presidente Uribe a la cumbre del G-20 que se inicia en los próximos días. «Encomendamos a Dios el triunfo y lo que sigue», repitió Uribe.

Un hombre de decisiones

Los colombianos consultados ayer estaban contentos con la elección. Muchos dijeron estar convencidos de que Santos será un hombre de pantalones, de decisiones, de trabajo como lo ha demostrado en su carrera pública. Por eso desde ayer mismo se empezó a hablar de «santismo».

Aunque Santos le debe a Uribe su triunfo pues gracias a los contundentes resultados en seguridad llegó derecho a la Presidencia de Colombia, está claro que su gobierno será distinto. «Uribe es Uribe y yo soy yo», ha dicho Santos.

Si bien es cierto que ambos tienen cabeza fría, toman decisiones, son verticales, prácticos y los mueve el gusto por el orden y las reglas. Como ministro de Defensa de Uribe, Santos logró resultados que le volvieron

imprescindible: rescató a la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt y a otros secuestrados más en una impresionante operación; logró desmovilizar a miles de rebeldes; no dudó en bombardear territorios vecinos para acabar con líderes de las FARC. Por eso, pese a que Santos tiene unas metas y unos grandes desafíos en lo social, quedó claro que la guerra se mantiene.

«A las FARC se le agotó el tiempo. Mientras insistan en atacar al pueblo colombiano no hay posibilidad de diálogo y los seguiremos atacando con toda firmeza. Hemos sido contundentes contra los terroristas y los narcotraficantes, y lo seremos aun más. ... Les exigimos que liberen unilateralmente a todos los secuestrados ... En mi gobierno seguirán las puertas abiertas para la reinserción de quienes abandonen las filas del terrorismo ... A las FARC y a los violentos se les agotó su tiempo. Los colombianos saben muy bien que yo sé cómo combatirlos», dijo Santos.

Ayer mismo las Fuerzas Armadas colombianas pidieron una reunión con el presidente electo para mantener una estrategia que permita dar la última estocada a la guerrilla de las FARC. «Hay que mantener el trabajo coordinado para garantizar a los colombianos la paz que tanto han anhelado», señaló el comandante de la Fuerza Aérea, general Jorge Ballesteros.

Sobre el tema sus relaciones con vecinos tan polémicos como Ecuador y Venezuela, a cuyos presidente Santos no ha dudado en criticar —a Hugo Chávez le tildó de «enemigo acérrimo» e incluso tiene pendiente una orden de captura en Ecuador por el bombardeo en donde murió el canciller de las FARC, Raúl Reyes— Santos arrancó ofreció una mano tendida: «La diplomacia y el respeto serán los ejes. En las relaciones conflictivas hay dos alternativas: mirar con amargura hacia el pasado o abrir caminos de cooperación hacia el futuro. Yo los invito a abrir caminos de cooperación por el bien de nuestros pueblos», dijo Santos.

Más tecnócrata

Por eso el «santismo» ya empieza a diferenciarse del «uribismo» en fondo y forma. Analistas prevén un gobierno más diplomático, menos emotivo que Uribe —quien ha insultado por teléfono a sus detractores amenazándolos con «darles en la jeta»—, menos interventor —Uribe incluso vigilaba la limpieza de los aeropuertos—, más tecnócrata, rodeado de gente de máximo nivel (Santos es famoso en delegar en profesionales de primera categoría).

El nuevo mandatario colombiano —que tomará posesión del cargo el 7 de agosto— no sólo hereda los éxitos, sino también errores. Recibe un país más seguro, pero un país con mayores expectativas de crecimiento económico, con un índice alto de desempleo (12,2% el segundo país con más desempleo en Iberoamérica) y de pobreza. Más de la mitad de los 44 millones de colombianos son pobres, casi siete millones viven en la indigencia.

Otro de los retos es el de los falsos positivos, como se bautizó la práctica del Ejército de asesinar civiles para hacerlos pasar por rebeldes muertos en

combate. Y Santos debe convencer al mundo de que el camino de lo ilegal ya no es viable.
 
Por: ALEJANDRA DE VENGOECHEA.
 

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